Hay noches
En que las sombras se dispersan,
En dos, en cien, en mil
Como la niebla del riachuelo,
En la estación de los vientos muertos,
Como quien te desea,
Alimentándose con la tarde fría,
Como un animal dañado,
En el mismísimo sitio
En el que se escuchan las revelaciones.
Hoy no quiero otra cosa,
Ninguna otra que tenga la boca zurcida,
Los parpados cocidos,
Voy olvidándome de todo dentro del ventarrón,
En el encierro del sitio que decida.
Se que mi caída es final,
Aunque mañana haya otra igual,
En ese derrumbe en el que nadie me ataja,
Con las múltiples voces solitarias,
Sabiendo que estas en otro lado,
Tejiendo palabras siempre en mi costado.
Me dices que sabes que una rebelión
Puede ser la mirada de una rosa,
Hasta pulverizarnos los ojos,
Destapar los verbos en una guarida,
Mientras se juntan las péndolas de un poema.
No es muda la existencia,
Ni cantarina la ebria agonía,
Más en tu dulcísimo canto
Florece mi silencio agrisado.
Yo, desconocedor de pájaros,
Inventor de las hazañas de este fuego,
Deduzco que mi soledad debería tener alas,
En este bullicio que detesto,
En este silencio en el que me embriago,
Estando siempre listo, siempre presto.
No dejara de sorprenderme tu mirada,
La que esfuma las dudas milenarias,
La que alimenta los juegos codiciosos,
La que da rienda suelta a la fantasía,
Entre almohadones de seda sedentaria.
Tu mirada me conmueve
Rompe los cristales de mi desidia
Avanza con sus aristas verdosas
Acarician mi pecho de águila herida
Y me entrego a recibir el toque de la rosa
Una flor roja codiciosa
Es la que se abre entre tus pasos
Una orquídea amante de la primavera
Un junco rebelde e indomable
Es tu cariño y tu amante compañía
Ser mitológico, divino, amable
Conocedora de mis pesadillas
Consuelo de los anocheceres perdidos
Hacedora de bellos amaneceres
Que remiendas y sanas tantas viejas heridas
Aquí estamos
Pariendo nuevos días, nuevas vidas.
domingo, 24 de abril de 2011
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