jueves, 14 de abril de 2011
YO, ESE HOMBRE...
Yo, ese hombre
Dueño de sus misterios
Y sus miserias,
A las que forjó con la enjundia
De algunas logradas virtudes.
Yo, el mismo
Que se resguardó en prisiones,
Que bajó los puentes ante el mundo,
Que un día suicido su silencio
Por el solo gusto de sentirse libre.
Yo, un perfecto canalla
Cuando el que creo lo merece,
Allí aparece,
Yo, ese ser magnifico
Que sí, tuvo abuela y la mejor,
Que aprendió a ser modesto,
El día después de su final.
Yo, que no debo rendir cuentas,
Que templé de acero
Mi ánimo hostilizado,
El que por las mañanas
Despertaba entre mujeres,
Peinándose por dentro con alcohol,
El que no le escabulló el bulto,
A los años difíciles de balas,
De secuestro y de persecución.
Yo, el que se dio permiso
Para querer cambiar el mundo,
Aborreciendo a los saciados,
Escupiendo en la tumba abierta
De los poderosos,
Que no reconocí otra bandera
Que el amor a una hija, una nieta y a mi abuela,
Que tuvo que ver como el pasar del tiempo
Lo dejo indefenso ante la soledad.
Yo, el mismo que tomó la decisión
De querer abrir los portales a la dama acertada,
El que anduvo golpeando puerta tras puerta,
El que profanó lechos equivocados,
El que fue besado por unos labios errados.
Yo, me he permitido amar como se hacerlo,
Incorrectamente, salvajemente,
Desproporcionando los límites,
Amaneciendo en el último refugio
Del que no quisiera nunca despedirme.
Yo, el que siente que llegó a esta morada,
Donde las manos de una gata asturiana,
Hacen prodigios en la funda de mi cuerpo,
Llenando de afecto los aljibes de mi alma,
Apaciguándome en cada tempestad,
Esas que se desatan en el bravío mar
De mi incoherencia, de mi casi locura.
Yo, en este tramo de la vida
Bendigo a la madre de este dios anverso,
Que se describe por su pluma en unos versos,
A la compañera inigualable de cada noche,
A la que me dignifica cada día,
Yo, he decido llamarla por su nombre
Dios te ama y te salva, María.
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