Un día regresó el verbo
Distinto, con ropas nuevas,
Tanto fue que al principio no lo reconocí,
Venia desde lejos,
Mucha es la distancia que debía recorrer,
Me dijo sordamente
Desde una estrella caída al amanecer.
Un verbo rojizo,
De cabello colorado,
De uñas prolijamente pintadas,
Con la vestimenta olvidada,
Dibujada la piel con las caricias
Reconociendo que era un verbo enamorado.
Mi asombro fue mayor,
No conocía la verdadera esencia
De este vocablo provocador,
Que como caballero andante
Arrastraba suspiros, clamores.
Las telas que cubrían los cuerpos
Se desintegraban tras las palabras
O se recubrían con algún significado,
Respirando en una esquina el alcohol de un tango
O la melodía del atardecer en el rosedal
O entrelazando los dedos por el caminito de la boca,
Esa misma que desembarco tus besos,
La que movilizo tus delgadas piernas
En el negro de la seda de mis sabanas,
Cuando reclinada buscabas mi soledad
Para llenar mis vacios de miradas,
Recortar los bordes claros de tanta oscuridad,
Predicar prendiendo un cigarrillo,
Que las volutas de humo nacarado
Copiaban a la inmensidad descomunal,
Al revelarse en el verbo al enamorado.
Siempre puede haber un día…
viernes, 1 de abril de 2011
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